El mercado está lleno de
libros de todo tipo y de toda clase, por lo que saber qué tan bueno es cada uno cuando ya
lo has leído es significativo.
Aunque sentirse
identificado con la historia y conectar con los personajes es importante, sólo
conforma un factor de los muchos que hacen buena, relativamente, a una novela.
Así que, a raíz de mi experiencia con la lectura, hoy me dispongo a enseñarles
cómo ser un juez imparcial de libros, claro, tomando en cuenta que mi opinión es
inexperta y aficionada.
Para empezar, un libro
se mide, comúnmente, de acuerdo a la complejidad y originalidad de su trama;
una bonita historia de amor en la que la pareja se conoce, lucha con
adversarios que se oponen a su unión, finalmente inician un noviazgo, y luego
de una ruptura temporal, contraen nupcias para vivir felices para siempre, es
interesante, o más bien se limita a consumir tu tiempo por medio de sucesos
predecibles, repetitivos, y que honestamente ya has visto en alguna otra parte,
pero que al fin y al cabo cumplen su función a la hora de entretenerte. No
obstante, una verdadera historia introduce personajes, muchos, algunos
enigmáticos, que te hacen dudar de sus intenciones; tiene momentos clave, luego
te sorprende con pasados misteriosos, con reapariciones de quienes considerabas
ya ajenos al argumento, y dependiendo de la historia, te mantiene asombrado con vueltas y complicaciones, siempre con un final innovador y sin
precedentes.
La narración del autor
es clave; soy de las que se deleita con las palabras inusuales, aquellas que
consiguen describir una escena con especial certeza y exactitud, y aunque de
vez en cuando te obligan a buscar un diccionario, el placer de leer un texto poéticamente
escrito, no necesariamente en verso, es inigualable. Siento que la novela
requiere otro tipo de expresión; no es lo mismo que escribir un guión, en el
cual los diálogos son corrientes, pues para eso no hay más que encender el
televisor o simplemente oír conversaciones ajenas; las letras en una novela
deben ser música para los ojos y la mente.
Urra para el autor si
los personajes parecen reales, sus acciones y palabras con características de
sólo uno, particulares, de modo que cuando se finalice el libro aquellos
parezcan uno más de tus conocidos, y que el recuerdo del libro se asemeje al
sentimiento de algo vivido.
Cuando se lee un buen
libro, la palabra ''lee'' debe ser sustituida por ''vive'', pues leer no es la
acción que describe lo que es sentir por los personajes, sufrir con sus
padecimientos, y celebrar en sus victorias; cuando se vive un buen libro, tu
percepción de la vida puede evolucionar; las enseñanzas que una novela te deja
acostumbran a permanecer, y la vida está llena de situaciones similares a las
que en ellas acontece, por eso, cuando en tu camino se cruce un problema de
similar carácter, podrás decir con autenticidad que ya lo has vivido, y que
ciertamente puedes nutrirte del conocimiento y habilidad de aquel autor, pues sus palabras
te han ayudado a prepararte para la realidad.
Si es aquél el sentimiento que te
llena cuando concluyes la última página de un tomo, entonces puedes decir, sin
duda, que aquel fue un gran libro.
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